La industria cárnica es el principal motor de la pérdida de biodiversidad

La biodiversidad del planeta se enfrenta a una crisis sin precedentes. Miles de especies se extinguen a un ritmo acelerado debido a la transformación de sus hábitats naturales, y aunque el cambio climático suele acaparar la atención mediática, la ciencia señala otro responsable principal: el sistema alimentario global, y en particular la ganadería.

15 septiembre 2025

Un nuevo estudio publicado en la revista Nature Food revela con precisión el impacto de cada alimento en el riesgo de extinción de especies. Su conclusión es contundente: los productos de origen animal, especialmente la carne de vaca, oveja y cabra, ejercen un costo desproporcionado sobre la naturaleza en comparación con los alimentos vegetales.

Hasta ahora, calcular el impacto de la agricultura en la biodiversidad resultaba complejo y limitado. Para superar estas dificultades, los investigadores desarrollaron la métrica LIFE (Land-cover change Impacts on Future Extinctions), que cuantifica cómo cambia el riesgo de extinción de unas 30.000 especies de vertebrados terrestres cuando se altera o restaura su hábitat.

Este enfoque, que combina datos de la FAO con mapas de alta resolución de la UICN, permite rastrear la huella de extinción de cada alimento desde su lugar de producción hasta el plato del consumidor. Así, se ofrece una radiografía precisa del costo real que tiene nuestra dieta sobre la biodiversidad.

Carne: el alimento con mayor costo para la biodiversidad

Los resultados no dejan lugar a dudas. La carne de rumiantes es el alimento con mayor huella de extinción: su impacto mediano global es 340 veces superior al de los cereales y 100 veces mayor que el de las proteínas vegetales como legumbres o soja.

Incluso al ajustar los cálculos según el aporte proteico, la carne de vaca, oveja o cabra sigue siendo cien veces más dañina que las legumbres. Esto se debe a la enorme cantidad de tierra que requiere la ganadería para pastoreo y cultivos de pienso, lo que se traduce en pérdida directa de hábitats naturales.

Otros productos animales como aves y huevos generan un impacto menor que la carne de rumiantes, pero aún así superan en cinco veces a los cultivos básicos. En contraste, cereales, frutas, verduras y raíces tienen una huella de extinción muy baja, lo que los convierte en opciones mucho más sostenibles.

El estudio también pone en evidencia que el daño depende no solo de lo que comemos, sino de dónde se produce. Un mismo alimento puede ser mucho más dañino si proviene de regiones tropicales, que concentran la mayor biodiversidad del planeta.

Países ricos como Reino Unido o Japón externalizan casi toda su huella de extinción: más del 95% de su impacto procede de alimentos importados, principalmente de regiones con alta riqueza de especies. En cambio, países como Brasil, India o Uganda generan casi todo su impacto a nivel interno.

Esto significa que los hábitos de consumo en el norte global están directamente ligados a la pérdida de especies en el sur global, donde los recursos para conservar la biodiversidad son más limitados.

El poder de nuestra dieta

El estudio ofrece un mensaje claro: cambiar la dieta es una de las formas más efectivas de proteger la biodiversidad. En el caso de Estados Unidos, reducir el consumo de carne de rumiantes del 4% al 1% de la ingesta calórica total —como propone la dieta EAT-Lancet— reduce en casi tres cuartas partes el costo de extinción.

Las dietas vegetarianas o basadas en plantas logran reducciones aún mayores, demostrando que la palanca más poderosa para frenar la crisis de biodiversidad está en disminuir el consumo de carne, especialmente de origen bovino.

  • A nivel individual, adoptar dietas con menos productos animales y más alimentos vegetales.
  • A nivel político, frenar la externalización del impacto ambiental hacia los países más biodiversos y revisar las políticas agrícolas y comerciales que perpetúan esta destrucción.

La crisis de la biodiversidad no es una amenaza lejana. Está íntimamente ligada a lo que comemos cada día. Reducir el consumo de carne no solo mejora la salud, ayuda a frenar el cambio climático y es más ético con los animales: también puede salvar a miles de especies de desaparecer para siempre.

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