Siempre estamos recalcando la importancia de ser más eficientes energéticamente. El sobreconsumo de energía es uno de los más grandes problemas actuales, sobre todo, porque la mayor cantidad de la energía que usamos proviene de los combustibles fósiles. La quema de aceites, petróleo y gas desecha dióxido de carbono, el mayor responsable del cambio climático por causas humanas.

Otras consecuencias indeseadas del uso de combustibles fósiles es la polución del aire con gases tóxicos, la acidificación de la tierra y del agua, la contaminación del medioambiente oceánico con aceites y destrucción de los hábitats a través del manejo y drenaje de desechos. Además, la explotación de los combustibles fósiles también tiene serias consecuencias para los indígenas, cuyos derechos sobre la tierra son frecuentemente ignorados y sus estilos de vida atropellados para construir minas y carreteras.

Con el desarrollo de más investigación sobre energías renovables –el viento, las olas o la energía solar—se podría dar a las personas más posibilidades para disminuir el uso energético y disminuir la huella ecológica. Uno de los campos más intensivos en el uso de la energía es la industria agrícola, y los pequeños cambios que podamos hacer a diario en nuestros hábitos alimenticios pueden significar importantes cambios en la cantidad de energía que usamos en nuestras vidas.

Elegir alimentos producidos localmente para reducir las “millas de alimentos” (la distancia de viaje –usualmente por cargo o transporte—para que los alimentos lleguen a nuestra mesa) y comer alimentos de estación para reducir la energía usada en crear artificialmente los climas en los invernaderos, son medidas simples que están a nuestro alcance y que inciden directamente en el gasto energético.

¿Qué pasa con el ganado?

Un estudio llevado a cabo por el Departamento de Agricultura de U.S concluyó que sus resultados “apuntan a revelar el alto nivel de dependencia que tiene la industria ganadera en U.S de los combustibles fósiles. Estos hallazgos nos llevan a la cuestión ecológica y los riesgos económicos asociados a la tecnología agrícola que se maneja en U.S.”

La misma tecnología está siendo adoptada como modelo para la agricultura industrial en todo el mundo. Una revisión de los niveles de energía utilizada para producir carne y la energía que entregan los productos (medidos en calorías alimentarias) mostró que producir maíz y trigo es 15 veces más eficiente que producir carne de vaca.

Estudios llevados a cabo en Holanda sugieren que, ineficiente como es, la producción de carne bovina genera menos desechos que la producción de otros tipos de carne. Brand&Melman calcularon que 1 kilo de carne bovina requiere de un input de energía fósil de 15.5 megajoules (MJ), la carne de pollo 18.1 MJ/kg, la carne de cerdo 18.9 MJ/kg, y la carne de ternera 46.8 MJ/kg. Se llegó a similares resultados en estudios realizados en Canadá.

La mayor cantidad de esta energía es usada en la producción, transporte y procesamiento de las carnes.

Pimentel y Goodland argumentan que la acuicultura (granjas de peces) ocupa más energía que la agricultura terrestre. Los peces cultivados deben ser alimentados con granos (como el ganado) y usan más cantidad de energía para acumular y acondicionar el agua. De acuerdo a sus cálculos, toma cerca de 34 kilocalorías (kcal) de energía fósil para producir 1 kilocaloría de proteína de pescado. Contrastando esta información con las estimaciones del maíz y el trigo, éstos siguen produciendo alrededor de 5 veces más energía aún usando la misma cantidad de energía que la producción cárnica.

Una dieta de base vegana usa sustancialmente menos energía que una dieta basada en carnes y lácteos. Esta energía es virtualmente derivada de los combustibles fósiles, la producción de la carne y de los lácteos, lo que contribuye a la polución del aire, la acidificación, la contaminación por la quema de combustibles fósiles, la destrucción de los hábitats y el calentamiento global.

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