Núria Querol i Viñas No puedo escoger otro título que no sea ése....suena hilarante, sobre todo para aquéllos que conocen mi pasión por dicha historia o por el estudio del comportamiento anti-social. Hace ya tiempo que quería compartir la historia de por qué me volví vegetariana, pero llevo una vida un poco ajetreada, nunca encontraba el momento, hasta que hoy he mirado a los ojos de corderos que iban a morir. Iba de camino hacia la escuela donde doy clases de gimnasia cuando me he dado cuenta de que estaba pasando por delante de un matadero que hay en mi pueblo y al que el dolor nos obliga a ignorar. Pero hoy no he podido. Un camión había aparcado en la entrada cargado de corderos, algunos balando y con una atmosfera asfixiante. Su visión me ha paralizado y, de golpe, me he puesto a llorar...vivir en las ciudades nos aleja de esta tenebrosa realidad, pero cuando miras a la c ara dulce del animal que acabará descuartizado y convertido en un segundo plato es imposible no conmoverse. Me he acercado al camión y he acariciado y hablado con todos los corderitos que he podido...como si quisiera que, al menos en sus últimos minutos, sintieran que eran importantes para alguien, quería que oyeran una voz y sintieran una mano de alguien que no se acercaba a ellos por interés, sino de alguien que consideraba que merecían respeto y tenían valor por éllos mismos. Aún con lágrimas en los ojos me he alejado del camión, abatida por no poder salvarlos...

Desde pequeña que quise ser vegetariana, me cuentan que con cuatro años acariciaba a todos los gatos y perros que encontraba por la calle, apartaba gusanos de tierra y caracoles de los caminos, transportaba renacuajos de charcas que se secaban...evidentemente un día fue inevitable que hiciera la asociación de lo que había en mi plato con el animal que yo acariciaba con tanto cariño cuando me lo encontraba en una excursión por el Pirineo. Con quince años, mis padres temieron que puediera tener carencias en mi dieta, son las consecuencias de lo que yo llamo "la cultura del bistec"...si no comes carne no puedes tener una vida social, ni estar sano, ni tan siquiera comer! Un poco más tarde tuve que llevar ortodoncia por razones de salud, y dado que rasgar las fibras de la carne supone un dolor considerable si llevas los brackets, tuve la excusa fantástica para dejar de comer carne. Pero...¿qué pasaba con el pescado? era mi siguiente paso pero resultaba difícil, aún desconocía la existencia del delicioso seitán, el tofu,etc. De repente un día que iba a comer una trucha me quedé mirando el plato y pensé que ese animal había muerto y sólo era mi segundo plato....¡su vida era sólo un segundo plato! Ahí cambió todo...desde ese día, hará pronto ya diez años, he logrado llevar una vida perfectamente sana y ser más feliz por no tener en mi conciencia la muerte de animales.

Núria Querol i Viñas