Eloína GarcíaCuando me preguntan por qué no consumo productos de origen animal me siento como el abuelo que explica anécdotas de su infancia a los nietos.

Todo empezó hace varios años cuando cansada de hacer horas extras en la oficina me propuse buscar alguna actividad que me obligara a salir a mi hora y a la vez me hiciera sentir útil. Me hice voluntaria de la perrera de Barcelona (CAAC).

Fue inevitable encariñarme de esos perros que a pesar de su desgracia movían la cola cada vez que me acercaba a su jaula para sacarlos a pasear unos minutos. Allí conocí a una voluntaria que colaboraba con AnimaNaturalis y buscaba a alguien que le echara  una mano recabando información para ampliar los artículos de la página web de la asociación.

Empecé a investigar sobre 'las granjas ecológicas' y 'los cerdos; vida y comportamiento'. Fue entonces cuando me di cuenta que los cerdos eran animales sensibles, afectivos, protectores y con un sinfín de instintos que poco los diferenciaba de los perros con los que trataba a diario y tanto me había encariñado. Me entristeció saber que incluso en las explotaciones ecológicas los animales son tratados con brutalidad ocasionándoles un gran sufrimiento.

La empatía y estima que sentía en aquel momento por los perros abandonados se trasladó a los cerdos, por lo que me resultó imposible consumir su carne. La rabia e impotencia por el trato inhumano que reciben los animales en las granjas industriales, en su transporte hasta el matadero y en el momento de su muerte, hizo que no quisiera formar parte de tanta crueldad injustificada e innecesaria, negándome a consumir todo tipo de productos de origen animal.

Me informé ampliamente sobre el vegetarianismo y veganismo y opté por un estilo de vida más ético, respetuoso y saludable.

Hacer horas extras en la oficina cambiaron por completo mi visión del mundo ;-)